Por Nicolás Salvoni*
La rápida propagación del virus Covid-19 dio lugar a una dispar y descoordinada reacción por parte de gobiernos y organismos internacionales. Esto evidenció una serie de falencias que, si bien no son nuevas, cobran visibilidad y nos llevan a plantearnos una serie de interrogantes sobre las implicancias políticas que los efectos de virus podrían tener a nivel global.
La irrupción de la pandemia en el escenario político global pareciera, más que constituir el comienzo de un cambio radical en las relaciones internacionales, estar contribuyendo a la aceleración de procesos asociados al declive en el orden liberal regido por los Estados Unidos y ordenado por instituciones internacionales, que ya estaban teniendo lugar. Como corolario de esto, en el futuro inmediato y producto de las consecuencias asociadas al efecto del Covid-19, no debería sorprendernos ver una -aún menor- incidencia por parte de las instituciones internacionales en las decisiones política global, así como un fortalecimiento en los esquemas de negociación y cooperación bilateral, cuyas simetrías estarán determinadas por las capacidades de los países que los conformen.
Por otra parte, la falta de liderazgo y el fracaso de la cooperación internacional expuestos desde comienzos de la pandemia contribuyen a un fenómeno que tampoco es nuevo. Una suerte de pérdida de fe en las instituciones que, como se evidenció durante los últimos años, viene contribuyendo al fortalecimiento de discursos nacionalistas como los surgidos en varias regiones de Europa. Este tipo de discurso, caracterizado por un fuerte euroescepticismo, tuvo un visible impacto en la estabilidad política de la Unión Europea, así como al interior de algunos de sus miembros, lo que constituye otro riesgo para el -ya desafiado- statu quo en occidente.
En el marco de la crisis institucional descripta en párrafos anteriores y debido a sus intenciones de constituirse como nuevo líder mundial (1) China surge como el actor que más tiene por ganar en este nuevo contexto internacional, aunque no exento de obstáculos. Entre los desafíos a los que se enfrenta se encuentran, como medidas más urgentes, reactivar su golpeada actividad económica producto del efecto de la pandemia en la economía internacional (2) y la necesidad de revertir su actual imagen negativa a causa de haber sido el epicentro del origen y la propagación del virus. Con estos dos objetivos en mente el país asiático ha comenzado una campaña de soft power (3) a escala global sin precedentes en su historia, brindando ayuda en la provisión de insumos médicos a terceros países por la vía estatal y también a través de actores privados de su economía.
En Occidente el panorama pareciera ser mucho menos alentador. Contribuyendo a la hipótesis de una aceleración en los procesos de desintegración del multilateralismo y la cooperación Estados Unidos recientemente anunció la suspensión de su apoyo a la OMS, argumentando la creciente desconfianza de Washington hacia ese organismo. Por otro lado, no fueron menores los eventos que tuvieron lugar en varios aeropuertos del mundo en los que se renegociaron al mejor postor los destinos de cargamentos completos de insumos sanitarios básicos.
Frente a la incertidumbre generada por los efectos del virus, pareciera ser China quien está brindando las soluciones necesarias ante la falta de liderazgo y capacidad de Estados Unidos y el fracaso de los mecanismos tradicionales de cooperación.
¿Es momento de hablar de un cambio de paradigma?
Resulta evidente que el mundo se encamina hacia una nueva etapa de bipolaridad, aunque creemos necesario remarcar que existen sendas diferencias entre la situación actual y lo que históricamente conocimos por este término. Si bien estamos ante la presencia de dos grandes potencias disputándose el liderazgo global, actualmente China no cuenta ni con la capacidad económica ni con las capacidades de soft y hard power(4) que le permitan influir en todos los escenarios globales como lo hace actualmente Estados Unidos. El despliegue de soft power llevado adelante por el gigante asiático constituye un paso más en el largo camino que deberá recorrer para constituirse como líder mundial. Por otro lado, el mencionado “retroceso” del multilateralismo y la cooperación no implica una pérdida de poder real per se para Estados Unidos. Será en gran medida la capacidad de adaptación de la política exterior estadounidense la que determine los efectos que el nuevo contexto global tenga en sus capacidades reales de proyección de poder. Actualmente, los Estados Unidos continúa siendo la mayor potencia económica y militar a escala global, lo que lo sitúa en una posición de ventaja frente a cualquier país que pretenda desafiarlo.
Para finalizar, respecto a las economías en vías de desarrollo, su principal desafío consistirá en generar mecanismos de cooperación y alianzas que les permitan negociar en este nuevo contexto de incertidumbre y asimetrías con la mayor fortaleza posible. Entre las herramientas con las que cuentan, creemos que la capacidad de adaptación y el fortalecimiento de los mecanismos multilaterales cooperación regional serán determinantes en este nuevo y complejo escenario.
(1) De acuerdo a declaraciones de, Xi Jimping, Secretario General del Partido Comunista de China, en el XIX Congreso del Partido “…el relevo como líder mundial lo tomaría China de las manos de Estados Unidos”(Alonso 2017, 71).
(2) Mientras que para principios de 2020 el Fondo Monetario Internacional proyectaba crecimiento positivo del PIB Per Cápita para más de 160 de sus países miembros, tres meses más tarde el organismo modificó esta expectativa afirmando que serán ahora 170 los países que experimentarán crecimiento negativo. En cuanto a las consecuencias de la crisis, su titular afirmó que se estima que sean peores a las de la gran crisis de 1930 (BBC 2020).
(3) Soft Power es la capacidad que un país tiene de influenciar las acciones de otros por vías no coercitivas (Nye 2004).
(4) Hard Power es la capacidad que tiene un país de influir en las decisiones de otros por medio del uso o de la amenaza del uso de la fuerza. Entendiendo por fuerza no solo a las capacidades militares sino, también, a las económicas (Gray 2011).
Referencias
- Alonso, Antonio. «Los intereses de China en Asia Central. Belt and Road.» Revista UNISCI, 2017: 67 – 84.
- BBC. «Coronavirus: las oscuras proyecciones del FMI sobre la economía mundial por los efectos del coronavirus.» BBC News Mundo, 9 de Abril de 2020.
- Gray, Collin S. Hard Power and Soft Power: The utility of military force as an instrument of policy in the 21st century. Lulu com, 2011.
- Nye, Joseph. «Soft power: the means to success in world politics.» Public Affairs, 2004: 147 – 158.
* Nicolás Ezequiel Salvoni. Lic. en Economía del Desarrollo – UNQ. Magister en Estudios Internacionales – UCEMA. Maestrando en Defensa Nacional – UNDEF-FADENA