Licenciatura en Economía del Desarrollo Universidad de Quilmes

Defender la Universidad Pública es proteger el futuro de los que siguen

Por Pedro Nencini.

Docente e investigador UNQ. Economía del Desarrollo.

Estamos viviendo un momento sin precedentes para nuestra Universidad y para el sistema universitario en general. El desfinanciamiento que estamos sufriendo no es solo un ajuste presupuestario, es un ataque frontal a uno de los pilares fundamentales del desarrollo de nuestra sociedad y al sentido mismo de nuestro sistema universitario. Por eso mismo, quienes ocupamos lugares en nuestras universidades tenemos la responsabilidad ineludible de defender la Universidad Pública con todas nuestras fuerzas. Pero nuestra tarea no es solo la de resistir, sino también seguir explicando a la sociedad cuál es la esencia de nuestras universidades, para qué y por qué fueron, son y serán un pilar fundacional para todos los futuros. Resistir no es una opción, es una obligación, porque cuando este gobierno pase —que lo hará—, la Universidad deberá seguir en pie como garantía de un futuro más justo y equitativo para los que siguen.

La Universidad no es solo un lugar donde se forman profesionales. Es un espacio de vinculación de nuestras comunidades, nuestros territorios, de nuestros jóvenes y otros no tanto. Donde se construye conocimiento, donde se cuestionan los problemas de nuestro país y donde se discuten y diseñan soluciones. En nuestra universidad se forma a los profesionales que, año tras año, sostienen y potencian sectores clave de nuestra economía, desde la ciencia y la tecnología hasta la producción y los servicios. Si no defendemos hoy nuestra educación pública, estaremos condenando el futuro de nuestros estudiantes, de nuestros jóvenes, de quienes deben tomar la posta en los próximos años. Resistir este momento es, en última instancia, una apuesta por el futuro de los que siguen, de los que vienen detrás de nosotros, y de muchos de los que están adelante. 

Formar profesionales lleva tiempo. No es un trámite rápido ni automático; es el resultado de años de esfuerzo colectivo: el de nuestros estudiantes, sus familias, y por supuesto las instituciones con todos y todas las que las gestionan en el día a día. Pero el impacto de esa formación perdura durante décadas. ¿Cómo podemos pensar en el desarrollo de nuestro país si no tenemos médicos que nos cuiden, ingenieros que construyan, economistas que analicen, o científicos que investiguen? No proteger nuestra Universidad significa hipotecar ese desarrollo, además, en el corto plazo y de persistir el desfinanciamiento, significará que muchos jóvenes tendrán que abandonar sus estudios, renunciando a sus sueños de ejercer la profesión que eligieron o convertirse en los primeros universitarios de sus familias. Sin una Universidad que forme a las y los profesionales que Argentina necesita, difícilmente habrá un futuro próspero para los que siguen.

Además, la Universidad ha sido y continúa siendo una de las herramientas más poderosas para promover el desarrollo económico inclusivo, porque garantiza que todas y todos, sin importar su origen, tengan la oportunidad de acceder al conocimiento, vincularse y aportar valor al país. También, es clave para un desarrollo sostenible, porque solo a través de la educación y la investigación podemos encontrar soluciones soberanas a los desafíos económicos, sociales y ambientales, entre tantos otros, que enfrentamos como nación. Sin una Universidad fuerte, sostenible e integradora, estaremos entregando nuestro devenir a la improvisación, a las políticas tiempistas, y a los caprichos de algunos.  

Políticas que se materializan a través del deterioro presupuestario que enfrentamos, que no es solo un problema de números. A pesar de los informes que muestran cómo la brecha entre la inflación y los aumentos presupuestarios otorgados este año a las universidades, deteriora nuestra capacidad operativa y nos pone en una situación de extrema vulnerabilidad, está en juego mucho más: nuestra capacidad para asegurar una educación más justa, que transforme y fortalezca a los que siguen.

En este contexto, resistir no es solo defender lo que hemos construido hasta ahora, sino proyectar el futuro para los que siguen. La Universidad pública es, y debe seguir siendo, la columna vertebral de un desarrollo inclusivo y sostenible, que apueste al conocimiento como motor fundamental. Hoy, más que nunca, necesitamos redoblar esfuerzos, mantenernos firmes y recordar que el valor de nuestra postura no radica solo en el presente, sino en lo que dejamos a las generaciones que se están incorporando. Resistir es proteger la posibilidad de un país más justo, más equitativo, más nuestro. El desafío que enfrentamos no es menor, pero tampoco lo es nuestra historia, ni nuestra capacidad de superarlo. Cuando este gobierno pase —y así será—, la Universidad deberá seguir de pie como el pilar de desarrollo que siempre ha sido.